Escritos 14 noviembre, 2008

Un hombre sabio que gano todos sus retos…

Se le adormecía la lengua poco a poco, era una sensación bien conocida para el anciano, pero esta vez era diferente. Con dificultad alcanzaba el vaso de agua de la mesita hospitalaria y aun cuando lo tenía en sus torpes manos el peso le resultaba incómodo para beber. La mano le temblaba instantes antes de llevarse aquella refrescante agua a la boca.

Pero la sensación no desaparecía. Ya no bebía por sed, aquella sensación era algo que ya no recordaba, lo hacía porque pensaba que así despertaría los sentidos de su lengua, de su boca.

En vano.

No es triste, se repetía, es solo un paso, un cambio de estado, un cambio de lugar para la consciencia que nunca ha estado en el cuerpo de los vivos y que siempre los ha empujado aun cuando el cuerpo no puede más…

Miraba por la ventana en la lejanía de su mente un mundo desconocido, veloz, fugaz, exuberante de vida, de risas, de jóvenes, de mujeres… pero despoblado por su amor. Vacío como el vaso que ya había se bebido y sin sabor como el agua que no había conseguido despertarle la boca.

“No cierre la ventana” – le pedía a la atónita enfermera que se disponía a poner el aire acondicionado – “el calor que entra por ella y agota a los demás a mí me hace vivir un poco más ¿sabe?, deje que esa estrella que iluminaba el rostro a mi difunta mujer, me ilumine hoy a mi también.”

Distante queda el cielo ahora, lejos las vivencias, las risas, los secretos que merecían ser guardados, las conversaciones y preocupaciones de otra edad… los temores que llaman al miedo y al mal… ya quedan lejos para este anciano.

Es extraño mirar las aspas del reloj, se mueven igual que antes, quizás sea lo único que no ha cambiado. Ni los rezos y oraciones son los mismos ahora. Todo era fácil, mágico al ser observado. Pero ya no es tan sencillo. Son tantas las cosas abstractas que me quedan por saber, campos, leyes, verdades a medias… útiles al menos.

No es tan sencillo vivir.

La luz ilumina su rostro mientras sus ojos miran con aplomo el cielo, ese sol que le quema la mirada y le reta a no mirar es ahora su última lucha. Nunca te he mirado fijamente pero… hoy te ganaré. Le decía en su locura como aquel que habla a un ingenuo niño que no sabe cuál es su secreto, su as para ganar.

¿Cómo recordar de críos sus miradas al cruzarse? Tan transparentes, tan lejos del mundo, de los miedos, del olor al deseo. De la decepción quizás.

Ahora estaría con ella de nuevo, era su deseo, su voluntad.

Miraba fijamente el sol sin temor de quedar ciego, plácidamente recostado en aquella cama blanca, solo en esencia, pero rodeado de los suyos. Poco a poco todos vamos cayendo, alejándonos un poco más, un instante por detrás, y al final ya no preocupa estar o no.

Se repetía a sí mismo, lejos, muy lejos ya…

“La voluntad mueve la vida, la consciencia no consume energía… la voluntad… la voluntad.”

Un hombre sabio que gano todos sus retos…

… pero que siempre supo cuando ganarlos.

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